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Una onza de amigo

Recién escuché que una onza de amigo vale más que una libra de perlas y, ¡caramba, cuánta verdad a veces olvidada!

Esta frase que hoy me sirve de inspiración, me puso a meditar sobre los tiempos que corren, donde en ocasiones el interés y el asedio de lo material amenazan con sentar imperio y destronar muchas cosas buenas, como la verdadera amistad.

Pero ante todo, lo invito a reflexionar sobre lo que significa el término “amigo”, según mi punto de vista.

Un amigo es la persona que lo acepta a uno tal cual es, con virtudes y defectos; es quien sabe aconsejar y escuchar, quien no se transa en sus puntos de vista, tiende siempre la mano, pone el hombro y comparte risas y lágrimas.

El amigo es, además, aquel que sin ser madre, padre o hermano, sabe ser todo eso a la vez y mucho más.

Entonces, al repasar lo dicho, comprenderá que uno suele estar rodeado por conocidos, vecinos, compañeros, familiares... pero no por tantos amigos como acostumbramos a decir, simplemente porque esa es una calificación excepcional, de mayores quilates, privativa solo de aquellos que saben ganársela con actitudes rectilíneas y desinteresadas en los buenos y malos momentos.

Sin embargo, algunos emplean el término “amigo” como parte de un modismo, de una frase más con la cual denominan –por ejemplo– a quienes solo resuelven problemas materiales a cambio de algo. Y después, cuando no pueden resolver, dejan de ser “amigos”. Así de sencillo, así de descarnado.

Pero por suerte, en medio de ese vaivén aún quedan los que como yo se aferran a creer que realmente una onza de amigo vale más que una libra de perlas. Ojalá usted también se encuentre de este lado.

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