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Radio pinareña: el cambio ya comenzó

Radio pinareña: el cambio ya comenzó Desde el nacimiento de la radio en la provincia de Pinar del Río, hace más de 70 años, el trabajo se prendió de la sangre y devino herencia familiar. Los pasillos y las cabinas fueron escuelas, y las experiencias más ricas se sacaban de los golpes del día.

Así, dominado fundamentalmente por el empirismo, llegó al siglo XXI, a pesar de que el estreno de la actual centuria coincidió con un cambio de tecnología que sumió en el silencio a las viejas máquinas que reproducían la señal radiofónica y canjeó todo su sistema analógico por uno digital.

Hasta ayer, como quien dice, las habilidades adquiridas en la práctica fueron suficiente credencial. La teoría no era imprescindible, tampoco el nivel educacional ni el dominio de la computación. Sin embargo, todo funcionaba y, en parte, aún funciona de esa manera.

La radio se ganó el bautizo de “gran familia” no solo por servir de compañía en largas sobremesas, guateques domingueros o tertulias hogareñas, sino también, porque en el interior de la estación se reunieron padres, hijos y vecinos.

Era una especie de “nepotismo” justificado, pues Cuba nunca contó con escuelas para realizadores de sonidos, efectistas o locutores. Entonces, el punto de partida tenía que ser el deseo de arrastrar hacia los estudios a parientes y allegados con vocación, después esa inclinación se alimentaría del intercambio y la transferencia directa de conocimientos.

Hoy, el empleo global de la multimedia, la digitalización del sonido y el inevitable atraque de tecnología de punta, hacen vislumbrar horizontes más rigurosos, que dejarán apenas sin espacio a los jóvenes que antaño se apartaban de las escuelas para convertirse en adictos al mundo radial.

La calidad que rige el presente demanda preparación rectilínea, monocromática. Eres bueno o no eres. Y como existir se vuelve necesidad, ante la abrumadora demanda de excelencia es preciso asirse a cimientos escolares, sin que ello signifique sepultar el empirismo del cual se alimentaron a lo largo de siete décadas, cuya favorable estela no puede ignorarse.

El personal de la radio pinareña conoce el reto y el alto costo a pagar si no hace trizas cualquier inercia mental. Las acciones de capacitación no cesan y la gente cede ante el cambio.

Ya los pasillos y las cabinas legaron su papel de colegio primado a las aulas universitarias, y los padres cedieron sus puestos de educadores prácticos y autodidactas a profesores de formación académica, detalles que reclaman tener los pies sobre la tierra.

Nadie sabe con seguridad cuándo concluirá esta revolución radial ni hasta dónde llegará la misma. Sólo hay una certeza: ya comenzó.

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