Peligra futuro generacional
Acabo de revisar el último informe anual sobre desarrollo humano publicado por la Organización de Naciones Unidas (ONU) y a juzgar por la investigación sacada a la luz la situación de la niñez es más crítica de lo imaginable.
Según el documento, cada tres segundos, en algún lugar del planeta, la pobreza cobra la vida de un infante, cifra que al multiplicarse ofrece el lúgubre panorama de 1 200 muertes de niños cada una hora.
Al parecer estamos en presencia de un lamentable retroceso en materia de desarrollo humano, hecho que implica una seria encrucijada, pues se pone en juego el futuro generacional de la humanidad y, en consecuencia, es preciso la adopción de medidas efectivas que frenen el mal.
De acuerdo con el informe, 50 países con una población combinada de 900 millones de personas registraron regresión en el camino para lograr las llamadas metas del milenio fijadas por la ONU para reducir la pobreza.
Por consiguiente, si los gobiernos implicados hacen caso omiso a sus responsabilidades sociales con respecto a la infancia, hay probabilidades de que en los próximos años unos 41 millones de infantes adicionales puedan verse en peligro de muerte.
Entre las naciones latinoamericanas de mayor incidencia se encuentran Brasil, Nicaragua y Honduras. En el primero más de diez millones de personas viven con un ingreso menor de un dólar diario; los nicaragüenses son víctimas recurrentes de la corrupción y los desniveles sociales; y en Honduras la extrema situación de violencia boicotea cualquier intento de avanzar.
Asimismo, en América Latina solo el 40 por ciento de los trabajadores están protegidos por las legislaciones laborales y tienen garantizada una seguridad social.
Por su parte, el continente africano se mantiene en rojo. Allí, como se conoce, los altos índices de mortalidad infantil, la extendida epidemia de SIDA, la hambruna y la escasa esperanza de vida al nacer constituyen los indicadores más relevantes de la terrible realidad imperante.
Sin embargo, considero que por encima de la ilustración de estas calamidades la ONU debería asumir una posición más agresiva en correspondencia con su esencia de coordinadora mundial de las relaciones entre los gobiernos e instrumentar mecanismos que materialicen la tan necesaria y urgente ayuda a las clases desposeídas.
De igual manera, se precisan acciones reales que se aparten del mero discurso y disminuyan la enorme brecha entre ricos y pobres, logrando una mejor equidad social.
La cuestión es elemental: todos los años la ONU presenta su informe y siempre aflora el mismo denominador común de la pobreza como la principal problemática. Y como en ninguna ocasión los estudios reflejan avances considerables, es lógico pensar que abunda la tendencia a la simple ilustración del fenómeno y no se adoptan programas eficaces que detengan el mal.
¿Hasta cuándo la humanidad vivirá a merced del poder? Bueno, esta es una pregunta que habría que hacérsela precisamente a los responsables de las escalofriantes cifras referidas, solo que hay una dificultad: quienes pueden responderla son los mismos que siempre han callado.
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